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Es necesario que sepamos qué contienen los alimentos que consumimos. A pesar de que el 19% de la población de nuestro país no consulta las etiquetas de los productos, debería ser una práctica habitual cuando estamos frente al lineal del supermercado.
Leyendo los componentes, ingredientes e información nutricional podemos saber si un alimento es perjudicial para nuestra salud, si contiene alérgenos a los que seamos intolerantes o ingredientes que queramos o debamos evitar.
Según Aitor Sánchez, dietista-nutricionista y miembro de la FEDN (Federación Española de Dietistas y Nutricionistas), “aunque el etiquetado no debe tener un valor terapéutico, sí debe contribuir a evitar consumos irresponsables”.
Pero tal y como está creada la actual normativa europea, existen algunas cuestiones que pueden no quedar claras para el consumidor o llevar a equívoco. Por ejemplo, con que en un producto exista una cantidad mínima de cereal integral, puede afirmarse que todo el alimento lo es. O también, si un alimento contiene hasta un 15% de la cantidad diaria recomendad de un componente concreto, como una vitamina o un mineral, puede anunciarse como saludable.
Los consumidores podemos analizar más en detalle la composición de los productos a través de sus etiquetas y hacer una compra más consciente y saludable.
En primer lugar, los ingredientes están ordenados por orden de cantidad y con el porcentaje detrás de cada uno de ellos. Con esto ya podemos ver si descartamos o no un alimento por los ingredientes que contiene, por la cantidad de estos (mayor o menor) o si somos intolerantes a alguno por los componentes alérgenos, que se mostrarán en negrita o resaltados de alguna forma para ser reconocibles de forma más fácil.
Lo más normal es que si un producto contiene pocos ingredientes esté menos procesado.
Imagen de Luisella Planeta
Después tenemos que mirar la información nutricional. En ella veremos la cantidad de calorías, grasas, hidratos, azúcares, etcétera y los aditivos (químicos). Esta información también nos confirmará si es un alimento industrial.
El valor energético se refiere a las calorías. Normalmente, se establece por cada 100g y se expresa en kilojulios (kJ) y kilocalorías (kcal).
Los carbohidratos y los azúcares. Se muestran con el total de hidratos que contiene el alimento y para saber la cantidad de azúcares tendremos que ver el desglose que se hace en base a “de los cuales, azúcares…” Al día no debemos superar la cantidad de 25g. Los hidratos de carbono que consumamos diariamente no deben superar el 55% del total de la energía.
Grasas. Igual que en el caso anterior, se muestra el total y se va dividiendo en los tipos de ácidos grasos que existen: saturados, insaturados (monoinsaturados y poliinsaturados) y trans.
La sal es otro de los componentes que es necesario examinar en la etiqueta de un alimento. Una ingesta excesiva puede provocar hipertensión o problemas cardíacos, por eso es importante no superar los 5g diarios. Podemos saber si un producto es alto en sal si supera los 1,25g.
Los aditivos son los elementos químicos más desconocidos de una etiqueta, y a la vez más perjudiciales, que se encuentran en su inmensa mayoría en los productos industriales procesados y ultraprocesados. Se distinguen por aparecer con una letra E seguida de números:
Además de ser importante para nuestra salud el leer el etiquetado de los productos, puede ser un modo sostenible de consumir que ayude a nuestro planeta. Puesto que, si elegimos unos productos u otros por ser de proximidad, ecológicos, biológicos o no tan procesados, contaminaremos menos al contener menos elementos químicos y al necesitar menos transporte.
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